Años que parecen eras: la experiencia de un docente, artista y curador británico en la China del siglo 21

Años que parecen eras: la experiencia de un docente, artista y curador británico en la China del siglo 21

Años que parecen eras: la experiencia de un docente, artista y curador británico en la China del siglo 21

Tim Crowley[1]
Traducción He Jiawei y Luis Cantillo

Llegué por primera vez a China en 2006, había aceptado un trabajo en la Academia Central de Artes de Beijing para desarrollar un programa internacional conjunto con la Academia de Artes de Glasgow. Antes de viajar, nunca se cruzó por mi mente la idea de vivir en China. En Inglaterra, no se hablaba de China, como ocurre hoy a diario en los medios de comunicación. En aquel tiempo, llevaba ocho años viviendo en Italia y allí las cosas eran diferentes. En los medios de comunicación italianos sí se hablaba China, sobre todo de noticias de empresas familiares del norte de Italia que trasladaron su producción a China. Así que como aventurero que soy tenía curiosidad. 

 Torre de la campana, Beijing en 2006. Foto: Michael Gunther; fuente: Wikipedia

Viviendo en Beijing fui testigo de su vertiginosa transformación antes de los Juegos Olímpicos de 2008. Este evento sin duda ratificó el nuevo estatus del país en el panorama internacional. En aquellos días, el plan del entonces presidente Hu Jintao parecía centrarse en la percepción de China en el exterior. Todo lo contrario al gobierno actual. Recuerdo que durante el primer año de trabajo, la moneda china, el RMB, no se podía cambiar en el Reino Unido, así que cuando viajaba de regreso a casa y quería cambiar mis RMB a libras esterlinas tenía que buscar unos cambistas en las calles del mercado negro. En el Beijing de aquel entonces escupir era una parte aceptada de la vida en la calle, así como el ruido de las obras de construcción las 24 horas del día (una banda sonora constante). En varias ocasiones, cuando salía del país, al regresar encontraba edificios derrumbados y se habían pavimentado nuevas calles en menos de 3 meses. Había tres líneas de metro (ahora hay 25). A pesar de las diferencias culturales con Italia, encontraba ciertas similitudes entre Italia y China en cuanto a la importancia de la familia, la comida y el conoscenzi italiano o guanxi chino (el hecho de cultivar conexiones).

Edificio de la Televisión Central de China, 2006. Foto: Zhou Jun; fuente: https://www.redgategallery.com/

En el campo del arte, que es en lo que trabajo, el barrio llamado 798 de Beijing era una zona industrial de estudios de artistas con calles de tierra y viejas fábricas en desuso. Dos galerías dominaban la escena: la Galería Courtyard y la Galería Gran Marcha, que mostraban principalmente artistas locales. El Centro Cultural Ullens aún no había sido concebido. Luego comenzó la era postolimpiadas. El país adquiría más confianza. El resto del mundo empezó a fijarse más en China y había una sensación de que las personas en China entendían este enfoque también. Empezaron a llegar más extranjeros, se abrió un tercer aeropuerto y luego un cuarto. En Europa, se convirtió en norma que cualquier premio relacionado con el arte, como el Booker o el Artes Mundi, deberían incluir a un artista chino (Can Xue y Xu Bing fueron ganadores de estos premios respectivamente). Incluso hubo una frase que escuché tanto en China como fuera de ella: “No digas que sí solo porque somos chinos”. Y durante un tiempo esta frase fue realmente cierta. Todos los medios de comunicación necesitaban una opinión sobre china, de lo contrario se consideraba que no estaban al día ni a la moda.

Espacio 798 en el año 2009. En el techo se pueden apreciar eslóganes maoistas.
 Foto: Charlie Fong; fuente: Wikipedia.
Cima del monte Everest, por el artista Xu Zhen. Fuente: https://nextnature.net/story/2007/mount-everest-8848-minus-186

También llegó una especie de miedo a China. El artista Xu Zhen es el que mejor lo ha resumido, ya que su obra de arte, como siempre he pensado, se basa en una gran comprensión de las ideas que el resto del mundo tiene sobre China. Alrededor del año 2007, estuve en Shanghái visitando la principal galería de arte contemporáneo de aquella época, llamada Shanghart (ahora el panorama es muy distinto: hay una bienal de arte, tres ferias de arte y varias galerías occidentales de renombre, como Lisson de Londres, Perrotin y Almine Reich de París, así como el Museo Tate y el Centro Pompidou, tienen sucursales en la área llamada Bund). Entré a Shangart a ver la exposición de Xu Zhen. Había documentos, objetos, un video en un televisor y, en el centro, una vitrina muy grande en la que había un gran trozo de hielo. Los objetos expuestos mostraban una expedición que supuestamente el artista realizó al monte Everest desde el lado chino. El documental mostraba al artista en la cima del Everest cortando el pico de la montaña más alta del mundo a una medida igual de alta a su misma altura y transportándolo montaña abajo. El pico estaba en la vitrina de la galería. No importa si esto era verdadero o falso, la idea quedaba en la mente del espectador. Pero el mensaje era claro: los chinos pueden hacer cualquier cosa, cosas que los occidentales ni siquiera pueden imaginar. Xu Zhen continuó con este tema durante unos años más creando sus épicas esculturas de piedra de budas que chocan contra copias de famosas esculturas de la historia del arte occidental. Xu Zhen también tituló una exposición Just do it!Solo hazlo!) jugando con la frase de Nike. Todas estas ideas jugaban con la creciente relación de respeto/miedo y amor/odio que occidente mantiene —incluso hasta hoy— con China.

También llegó una especie de miedo a China. El artista Xu Zhen es el que mejor lo ha resumido, ya que su obra de arte, como siempre he pensado, se basa en una gran comprensión de las ideas que el resto del mundo tiene sobre China. Alrededor del año 2007, estuve en Shanghái visitando la principal galería de arte contemporáneo de aquella época, llamada Shanghart (ahora el panorama es muy distinto: hay una bienal de arte, tres ferias de arte y varias galerías occidentales de renombre, como Lisson de Londres, Perrotin y Almine Reich de París, así como el Museo Tate y el Centro Pompidou, tienen sucursales en la área llamada Bund). Entré a Shangart a ver la exposición de Xu Zhen. Había documentos, objetos, un video en un televisor y, en el centro, una vitrina muy grande en la que había un gran trozo de hielo. Los objetos expuestos mostraban una expedición que supuestamente el artista realizó al monte Everest desde el lado chino. El documental mostraba al artista en la cima del Everest cortando el pico de la montaña más alta del mundo a una medida igual de alta a su misma altura y transportándolo montaña abajo. El pico estaba en la vitrina de la galería. No importa si esto era verdadero o falso, la idea quedaba en la mente del espectador. Pero el mensaje era claro: los chinos pueden hacer cualquier cosa, cosas que los occidentales ni siquiera pueden imaginar. Xu Zhen continuó con este tema durante unos años más creando sus épicas esculturas de piedra de budas que chocan contra copias de famosas esculturas de la historia del arte occidental. Xu Zhen también tituló una exposición Just do it!Solo hazlo!) jugando con la frase de Nike. Todas estas ideas jugaban con la creciente relación de respeto/miedo y amor/odio que occidente mantiene —incluso hasta hoy— con China.

Jardin de los sueños, Yu Hong, 2015. Fuente: https://www.thebeijinger.com

La atmósfera cambió después de Xi Jinping. El país parecía empezar a mirar más hacia dentro. Había demostrado su grandeza en el extranjero y estaba en igualdad de condiciones que las demás potencias. Ya no era necesario “ponerse al día”. China había llegado. La marea había cambiado, y la necesidad para Occidente de China se hizo más evidente. Los medios de comunicación y los gobiernos occidentales apoyaron una narrativa cautelosa hacia China, mientras que para las comunidades empresariales parecía todo lo contrario. Necesitaban a China, especialmente las industrias manufactureras. El consumismo se consideraba un producto del capitalismo y, por tanto, aunque podía continuar, debía ser menos visible. Por ejemplo, en la Academia Central de Artes, se pidió a los profesores que llegaban al trabajo en sus automóviles de lujo que los estacionaran fuera del campus y llegaran a pie; se cancelaron las habituales cuentas de gastos para las cenas generosas con potenciales clientes. La antigua práctica de “hacer regalos” se hizo menos notoria. El país parecía demostrar su orgullo, sobre todo con las generaciones más jóvenes, cuyos años de formación no habían visto más que desarrollo de su país y más desarrollo. Muchos de los hijos de la nueva clase media viajaban a estudiar en el extranjero, principalmente a Europa o Estados Unidos, pero en lugar de quedarse allí decidían volver a China. Un fuerte contraste con la generación anterior que intentaba quedarse a vivir en el extranjero.

Instalación que hace parte de la exposición Índice de mortalidad 2020 del artista Zhang Peili, presentada en Beijing en 2021. Fuente: http://ideas.site

Los tiempos del covid han vuelto a traer una nueva era. Hoy en día trabajo dirigiendo un espacio de arte en Beijing; estos cambios se han ido introduciendo poco a poco en la programación de exposiciones con un fuerte énfasis en artistas locales. Aunque esto no se debe únicamente a una nueva confianza nacional, sino más bien a los elevadísimos costos de importación y exportación que supone el transporte de obras de arte hacia dentro y fuera de China. En Beijing se ha establecido una nueva zona libre de impuestos en la que varias galerías internacionales han abierto recientemente sucursales en un intento de aliviar los impuestos relacionados con el transporte de obras. Sin embargo, el vecino país de Corea del Sur ha aprovechado el momento para hacer mucho más asequible el transporte de obras de arte y rebajar los impuestos de compra, en un intento de desafiar a Hong Kong como el primer centro de arte contemporáneo en Asia. 

Con las estrictas restricciones vigentes, muchos extranjeros han abandonado su vida en China y han regresado a sus países, incapaces de conciliar los compromisos familiares con las restricciones de viaje y visado. Sin embargo, una vez que estas restricciones por el covid se hayan simplificado (si es que esto ocurre alguna vez pronto) habrá sin duda un retorno de los aventureros y curiosos.

Tim Crowley

[1]  Director del programa internacional del Centro de Arte KWM. Su trabajo ha sido exhibido en varias exposiciones colectivas y en otras ha sido curador: Bienal de Mercosul, Brasil; Agnes B, Hong Kong; UCCA, Beijing; Serai, Nueva Delhi; Vitamin, Guangzhou; Tokyo Wonder Site, Tokyo, Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo y OCAT Shenzhen Biennale 2022, entre otras.