Guizhou a vuelo de mariposa: crónica de una inmersión en la etnia Miao

Guizhou a vuelo de mariposa: crónica de una inmersión en la etnia Miao


GUIZHOU A VUELO DE MARIPOSA: CRÓNICA DE UNA INMERSIÓN EN LA ETNIA MIAO


En junio de este año, durante una cena con amigos cerca al “Bosque de melocotones” en Pekín, una amiga de la etnia Miao, de ojos grandes y piel bronceada, me preguntó que si quería ir a Guizhou. -¿Cuándo? -Mañana. -¡Sí! yo voy. En China he aprendido a decir sí sin dudar, porque si se vacila otro estará presto a aceptar la oferta. Alisté una pequeña maleta para pasar tres días en algún lugar de Guizhou. Lo único que sabía era que la actividad hacía parte de la iniciativa “Guizhou colorido”. Una apuesta del gobierno para promocionar la provincia como destino turístico, con actividades artísticas para mostrar la oferta de diversidad cultural y natural de la región.  Otro de los objetivos de la invitación, sin duda, era lucir la eficiencia de los trenes súper veloces, rieles que atraviesan montañas, valles, planicies y ríos a una velocidad promedio de 390 km por hora. Así que después de salir de Pekín rodamos a través de 2083.8 kilómetros de hierros paralelos para llegar a Guiyang, capital de la provincia de Guizhou. En menos de ocho horas llegamos justo a tiempo para ser parte indispensable de la foto protocolaria que acreditaba al evento como “internacional”. 

La colorida Guizhou

Antes de la inauguración de la doceava versión de la muestra fotográfica China original en la colorida Guizhou, montada en los predios de la Plaza del Pueblo, yo aproveché las horas muertas para perderme en los callejones de esta sinuosa ciudad. La exposición constaba de fotografías de las diferentes regiones de la provincia, que alberga en su geografía a las etnias Miao, Yao, Yi, Qiang, Dong, Zhuang, Bouyei, Bai, Tujia, Gelao y Sui, con variadas creencias como el budismo, el taoísmo, el islam y religiones chamánicas de las diferentes tribus. Hay que recordar que esta provincia fue una de las regiones rezagadas durante estos años de apertura, siendo una de las tres más pobres, pero en años recientes el gobierno local ha apostado por atraer inversión relacionada a la ecología y las nuevas tecnologías, con una apuesta para convertir a la provincia en el “Valle de datos masivos de China” y un destino imperdible, tanto para turistas chinos como extranjeros. 

Después de pagar el precio del viaje con nuestra distintiva apariencia occidental, nos llevaron a una aldea llamada Langde en la prefectura autónoma de Qian Suroriental. Tres horas de camino por carreteras que testimonian el esfuerzo hecho para desarrollar la provincia construyendo la infraestructura necesaria para llegar a cualquier punto de esta. 

 La aldea epicentro de este viaje, de casas de madera con techos puntiagudos como cuernos de búfalo, suspendidas entre las montañas de toda gama de verdes, ríos cristalinos y gente autóctona dispuesta a dejarse fotografiar mostrando una sonrisa de lado a lado. Un lugar muy ordenado en donde todas las casas se han vuelto tiendas de artesanías, una especie de parque temático donde los turistas llevamos en nuestra frente el signo ¥ [yuanes]. La organización es envidiable, los locales danzan, cantan y beben, mientras el aire puro entra por nuestros pulmones. Esta forma de turismo etnológico es parte de la apuesta por el progreso potenciando los recursos inmateriales culturales de la región. 

Celebración a ritmo de Lusheng

Mientras los demás compañeros de viaje: cuatro franceses, un alemán, un griego, dos estadunidenses y un venezolano, dirigían sus lentes hacía las mujeres Miao ataviadas con sus coronas de luna de plata con chaquiras y vestidos con cascabeles que se mueven al ritmo de su música hipnótica producida por los Lusheng (instrumentos de viento hecho con bambú, uno hembra y otro macho), yo, instigado por los aromas tópicos que de alguna forma me trasladaron a la tierra de mis ancestros en el Cauca, empecé a subir por los senderos de piedras y recorrer sus alrededores. Me dejé llevar por el aleteo de las mariposas que sorpresivamente volaban a mi alrededor como queriendo mostrarme el camino. Entre las pocetas de cultivo de arroz que tasan las montañas como cortes de un pastel, las cañas del arroz bamboleaban al moverse los insectos multicolores que, como catapultas, usan sus hojas alargadas para ganar terreno y acudir sin demora a la cita con el tiempo. Yo, perdido en él, me sacudí y bajé a la aldea justo a la hora de brindar con el licor de arroz ofrecido por las locales en cuernos de buey a los forasteros visitantes. Los Miao son conocidos por su hospitalidad, tienen diversas costumbres para demostrarlo, incluyendo la tolerancia por aceptar que el otro no desee beber licor o comer demasiado; es más, está mal vista la gula. Por lo general, sacrifican una gallina y el corazón se lo dan al huésped de honor. La cabeza es para el mayor de la familia y las patas para el menor. En contraste también han demostrado ser aguerridos combatientes. Durante la dinastía Ming se enfrentaron al ejército Han que tuvo que usar una fuerza descomunal para poder controlar la rebelión, según dicen; las tribus Miao tenían como aliadas fuerzas naturales: las abejas y las hormigas hacían parte de su ejército.  En la dinastía Qing volvieron a sublevarse y durante la guerra sino japonesa fueron clave para que el ejército rojo encontrara refugio; sus montañas, su licor de arroz y su energía fueron claves para derrotar a los enemigos.

Una apuesta al futuro: arte, etno ecoturismo y tecnología

La finalidad de esta corta expedición era que, a partir de la experiencia de estos dos días, formulásemos un proyecto para ser ejecutado en las tres semanas siguientes. Yo por mi parte me dejé llevar por el entorno, sabía de antemano que la observación que se pudiera hacer no podría superar más que un atisbo poco profundo en la cosmogonía de este pueblo ancestral. Para mi sorpresa, mi proyecto fue escogido y así en dos semanas, volví a la aldea para realizarlo. Esta vez desde Pekín tomé el tren bala hasta una ciudad llamada Kaili a tan sólo 25 kilómetros de distancia. Durante siete días con sus noches realicé una serie de ensayos en video y una video-instalación que se exhibió durante un mes en una de las casas de la aldea. 

Esta puerta recién abierta revela un mundo de posibilidades en donde hay que aprender de lo vivido y poder replicar los resultados en otros lugares como Latinoamérica, específicamente Colombia. El potencial con que cuenta nuestro país es inmenso, alberga dentro de su territorio 87 etnias indígenas, 3 grupos diferenciados de población afrocolombiana, el pueblo Rom o gitano y una geografía espectacular. Es decir, las posibilidades para realizar proyectos que mezclen actividades artísticas con etno ecoturismo organizado desde las comunidades, podría ser una oportunidad que además de atraer foráneos, sea una manera de difundir y reconocer esta riqueza inmaterial.

Las contradicciones que pueden tener las tradiciones culturales con el progreso y el turismo son cuestiones que se deben estar cotejando permanentemente para encontrar un punto de equilibrio, un balance positivo en donde los protagonistas, en este caso los Miao y su entorno, salgan beneficiados. Hay que resaltar que la propuesta de Guizhou, de mezclar alta tecnología y tradición a través de la creación del “Valle de datos masivos” y la conservación ambiental por medio de proyectos de etno ecoturismo, puede ser una buena manera de mirar hacía el futuro.