CIUDADES-NODO
Coyuntura de desarrollo de la nueva Ruta de la Seda
Existe un estereotipo ampliamente extendido sobre la falta de creatividad en la sociedad china. Max Weber a principios del siglo XX llegó a la conclusión de que la ciencia en China no lograría desarrollar un camino como el de Occidente. Weber, mediante un análisis comparativo entre la ideología tradicional china con la occidental, llegó a la conclusión que el confucianismo y taoísmo -el colectivismo, el trabajo duro y el respeto por la autoridad- eran barreras que imponían límites a la innovación. Cien años después, Ng Aik Kwang (2001) en su obra Why Asians are Less Creative than Westeners y William C. Hannas (2003) The writting on the wall: How Asian orthography curbs creativity, siguen afirmando este estereotipo. El estigma de que los chinos copian e imitan sin respetar el derecho intelectual -arma que Trump está usando en la guerra comercial contra China-, parece reafirmar este fenómeno una vez más.
La iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda o Belt & Road Initiative (BRI), ha significado un desembolso total de más de un billón de dólares en inversiones desde que el presidente Xi Jinping la mencionó por primera vez en 2013. Globalización en chino traduce como “abrazar el mundo”, y el BRI es la concreción del proyecto globalizador chino que se constituye como una iniciativa, no una estrategia, que con el transcurrir del tiempo ha ido tomando forma y comienza a abrazar al mundo.
Se trata de un plan global fundado principalmente en ciudades por ser los actores que hacen operativa esta iniciativa, centrándose en Eurasia como su núcleo acción. En ese sentido, tres son las características que perfilan este proyecto. El primer factor, la conectividad: la producción a gran escala de autopistas férreas, aeropuertos y puertos que constituyen las nuevas vías de intercambio comercial y cultural. Aquí el ganador es el oeste chino, donde se aprovecha su condición de frontera con Asia Central y lo catapulta como punto de encuentro y partida. Allí las ciudades de Kashgar y Urumqi (Provincia de Xinjiang) son el núcleo, de las cuales Urumqi se constituye en centro de comercio de bienes para las ciudades de Asia Central.
El segundo aspecto, el desarrollo combinado: significa que a través de las asociaciones entre ciudades, el Estado chino busca nivelar el desarrollo del oeste con aquel ya existente en el este. Por ejemplo la alianza entre Shanghai, Shenzhen y Kashgar se constituye en prototipo de esta medida. Shanghai, la ciudad más cosmopolita y centro financiero del país, unida a Shenzhen, la capital tecnológica, se han aliado con Kashgar, ubicada en la frontera con Pakistán, para reactivar a esta última y que deje de ser una ciudad pobre y lejana. El gobierno de Shenzhen ha otorgado 10 mil millones de yuanes (USD$1.5 mil millones) para construir un nuevo campus para la Universidad de Kashgar y empresas de Shanghai han establecido nuevas fábricas allí. A través de políticas públicas tendientes a conectar estas tres ciudades mediante obras de infraestructura y alianzas públicas y privadas, se busca generar empleo y proyectar esta ciudad-osais como punto destacado del BRI.

La intersección entre urbanización y desarrollo se constituye en el tercer factor, el cual abarca una dimensión más internacional. Haciendo uso de la “Diplomacia de periferia”, el papel preeminente del BRI lo asumen las ciudades, conectando así centros regionales importantes representados por ciudades fronterizas y aquellas que son polo de desarrollo en diferentes países. Esto apunta a conectar a más de 90 países (45 asiáticos, 39 europeos y 7 africanos) y 252 ciudades en un complejo sistema de ciudades-nodo. Para este propósito, se realizó un análisis de las zonas urbanas ubicadas a lo largo de la Ruta de la Seda tanto terrestre como marítima. Se establecieron 5 criterios que se fundamentaron en el tipo de relaciones que establece China con los diferentes países, en una especie de política exterior ampliada a ciudades, para posteriormente examinar las condiciones de infraestructura, flujo comercial, situación financiera y diplomacia desarrollada con y desde las áreas urbanas.
A partir de allí se construyeron 30 indicadores que van desde la catalogación del tipo de relaciones bilaterales con cada país al que pertenecen las ciudades y su estabilidad política hasta el índice de libertad económica, pasando por estabilidad monetaria, nivel de internacionalización financiera, tasa de crecimiento de la población urbana prevista para la próxima década, hasta el número de ciudades hermanas, periodicidad de vuelos a China y facilidades para la obtención de la visa en cada país.
Con base en tales criterios se establecieron las ciudades-nodo, es decir polos principales en el marco del BRI. El resultado de esta evaluación es revelador tanto para el gobierno y las empresas chinas como para el orden geopolítico y geoeconómico. Las ciudades nodo están localizadas en su mayoría en el sudeste asiático (22), sur de Asia (21) y Europa del Este (16). Los tres primeros lugares del análisis los ocupan las ciudades de Moscú, Hamburgo y Bangkok.
Tres aspectos cobran singular trascendencia: primero, el océano Índico por el número de ciudades allí ubicadas (84), lo que recuerda las previsiones del geopolítico Robert K. Kaplan cuando avizoró que el Índico emerge como el corazón estratégico del mundo. Segundo, los indicadores de desarrollo urbano e internacionalización de ciudades porque miden el nivel de impacto regional y global de las ciudades, con lo que las ciudades-región y la internacionalización de ciudades vuelven a cobrar la importancia que tuvieron; y finalmente ser un país miembro de organizaciones de cooperación internacional respaldadas por China evidencia la configuración de un orden mundial distinto al planteado por la instituciones creadas en 1944 tras los acuerdos de Bretton Woods. Aquellas organizaciones consideradas por China como de nivel superior son BRICS, Organización de Cooperación de Shanghai y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y son las que están cambiando los referentes en materia multilateral y la estructura del sistema financiero.
El BRI se constituye no solo en el proyecto globalizador chino sino a la vez en un cuestionamiento de fondo en el orden internacional en dos dimensiones: 1) Rompe con la idea de que el Estado Nación es el protagonista por excelencia del sistema internacional, así las ciudades recuperan su papel histórico en las dinámicas globales. Particularmente diciente es el rol que recuperan ciudades con un pasado próspero en el desarrollo de la antigua Ruta de la Seda como Kashgar, santuario budista, islámico y cristiano según la época, y uno de los principales ejes comerciales, ya fuere como capital del reino Kushan o del Estado de Karakánidas. O Isfahan, denominada durante siglos como la ciudad más bella del Oriente Medio, antigua capital de Persia y uno de los principales centros de la Ruta de la Seda para el comercio aqueménida, sasánida y safávida. 2) El BRI evidencia el posicionamiento de ciudades hoy día catalogadas como de países en desarrollo, tal es el caso de ciudades como Astaná y Dushanbe en Asia Central, lo que confirma las proyecciones del estable y continuo crecimiento económico de países en desarrollo. En tal sentido, China al abrazar el mundo está jugando un papel decisivo en la reconfiguración del orden mundial.