COVID-19 Y GOBERNANZA GLOBAL

Buena parte de los cimientos de la gobernanza global resultó estremecida por la pandemia del Covid-19. El reto de la pandemia se sumó a la descoordinación para resolver los problemas acuciantes de la seguridad internacional, las migraciones o el comercio, para no mencionar la tragedia del hambre, la escasez de agua dulce o el desastre ambiental. Las reglas existen para el trabajo conjunto entre los Estados, las organizaciones sin ánimo de lucro y las entidades multilaterales; sin embargo, los arrebatos populistas de ciertos líderes han exacerbado la paranoia, el chovinismo y la seducción por las medidas unilaterales.
Europa, que en el pasado impuso sus ideas políticas e instituciones al resto del mundo en su proyección imperialista, ahora levanta los cercos contra la población desplazada por las guerras que dejó sembradas en su periferia. Por su cuenta, desde 2012 inició operaciones contra Libia y Siria, bajo la alianza militar con Estados Unidos. Cuando los millones de migrantes en sus fronteras terrestres o en las aguas del Mediterráneo hicieron tambalear los vínculos comunitarios, la Unión Europea entró en crisis profunda. En Inglaterra, los ciudadanos cayeron seducidos por el mensaje xenófobo del Brexit. En Hungría, Polonia, Austria y otros más, el ultranacionalismo hace carrera. Ahora, las instituciones comunitarias discuten la salida de la crisis causada por la pandemia.
El coronavirus llegó a activar ese coctel político del populismo y la arrogancia y el resultado fue desastroso. Uno a uno los países que escogieron esa fórmula temeraria vieron colapsados su infraestructura sanitaria y copados los cementerios. Durante meses, empezando por el propio Boris Johnson en Inglaterra, los gobernantes populistas y xenófobos se burlaron de las recomendaciones de las entidades internacionales especializadas y se jactaron de la resistencia natural de sus pueblos a los ataques virales. Se jactaron de la “inmunidad de rebaño”. Para mediados de junio, los gobernantes de Inglaterra, Estados Unidos y Brasil, los más engreídos en la pandemia, eran responsables de la mitad del medio millón de muertes que en ese momento dejaba tras de sí el nuevo coronavirus.

Entonces empezó la cacería de brujas y buscaron ensañarse contra la Organización Mundial de la Salud -OMS. El chovinismo es hermano del unilateralismo y es la barrera contra la construcción de los arreglos concertados de alcance mundial. Por el acuerdo al final de la Segunda Guerra Mundial, la ONU recibió la tarea de establecer los programas de la coexistencia pacífica y el mejoramiento de las condiciones de vida de la población. Para diseñar, aplicar y renovar los programas en el campo de la salud, se creó la OMS. Como es lógico, ante la pandemia, la petulancia llevó a desconocer los lineamientos de la Organización. Más aún, frente al caos interno, los mandatarios mencionados la tomaron por chivo expiatorio, tratando de ocultar sus desastrosas convicciones.
Bien distinto es el caso de China. Como parte de su política exterior, el gobierno chino promueve el multilateralismo en todas sus dimensiones. Desde su reintegro en Naciones Unidas, en 1971, China soporta las determinaciones de la Asamblea General y defiende las operaciones de paz en el Consejo de Seguridad. En el campo económico, es un país respetuoso de los acuerdos internacionales, de tal modo que toma parte activa en la Organización Mundial de Comercio, en donde prefiere tratar las disputas con sus socios con preferencia a los espacios bilaterales.
En razón de este enfoque en su política exterior, China se resiente de las medidas unilaterales, como las exigencias impuestas por la administración Trump al comercio entre ambos países. De igual manera, a raíz de la pandemia el gobierno chino acudió a la OMS, una vez pudo dimensionar la magnitud del reto. Así, la información sobre el nuevo foco de neumonía desconocida fue divulgada por el Centro de Enfermedades de Wuhan el 31 de diciembre de 2019 y reportado por la Comisión de Salud de China a la OMS ese mismo día. El 8 de enero, las autoridades habían identificado la enfermedad como un nuevo coronavirus y enviaron la secuencia genética a la OMS, con lo cual quedó a disposición de la comunidad científica internacional. En la primera semana de marzo, la OMS elevó a nivel de pandemia el nuevo contagio y pidió medidas estrictas de prevención tales como restricciones en el tráfico aéreo, marítimo y terrestre y confinamiento ciudadano.
Queda la sensación de bastante cinismo en la actitud de los mencionados mandatarios, cuando buscan enlodar a la OMS en su manejo de la crisis sanitaria. Le achacan complicidad con el gobierno chino, que estaría ocultando información sobre el verdadero origen del virus, desconociendo por completo la acción rápida de ese gobierno, las restricciones extremas para algunas poblaciones y el reporte de información y las medidas tomadas tanto a la OMS como a la prensa internacional.
Con el fin de avanzar rápido en el hallazgo de la vacuna, mucha más información por parte del gobierno chino de las circunstancias y el acceso a los archivos de los primeros casos de contagio seguramente será requerida. Es razonable esperar que los especialistas chinos compartan la búsqueda con equipos internacionales de epidemiología. Pero atacar a China y a la OMS por este motivo es ridículo, aunque comprensible por ser una excusa para ocultar los desaciertos dictados por la petulancia, más aún durante estos meses de campaña electoral en Estados Unidos, donde se pretende explotar una vez más la paranoia colectiva.
De concretarse el retiro de ciertos países de la OMS, según lo han anunciado, por efecto de las enormes pérdidas humanas y económicas del Covid-19, se resiente aún más la cooperación internacional. Será una pérdida no solo para los países que se marginen, cuyos investigadores y centros científicos no tendrían acceso a las indagaciones de punta, sino que pondrían en riesgo la salud de sus ciudadanos y la del resto del mundo. Gracias a la OMS fueron erradicadas enfermedades como la viruela, el polio y el ébola. Una nueva vacuna haría lo mismo con el Covid-19, pero algunos países quedarían atrapados en la enfermedad, solo por la insolencia del gobernante de turno. Y la gobernanza global de la salud quedaría maltratada.
Bogota, Junio 15, 2020