Ericka Flórez o la invención de sí misma

Ericka Flórez o la invención de sí misma


ERICKA FLÓREZ O LA INVENCIÓN DE SÍ MISMA


Tupi, or not tupi, that is the question
Manifiesto Antropófago, 1928
Oswald de Andrade


La conocí el año pasado. Durante el 45 Salón Nacional de Artistas, que se llevó a cabo en Bogotá de septiembre a noviembre. Se trataba del evento artístico más relevante de la escena colombiana que, en este 2020, cumple ochenta años de historia. Era una de las artistas invitadas por su director artístico, Alejandro Martín.  

Ericka Flórez ha realizado un trabajo importante con la palabra. Es una exploradora del lenguaje y sus formas, lo extiende, lo voltea, lo duda, lo usa. A la par, su práctica involucra intensamente al cuerpo y el baile. También los explora, los extiende, los voltea, los duda y los usa. Justamente con Hegelian Dancers, puso a prueba a ambos universos de su interés. Con la palabra iba llevándonos a adentrarnos en nuestros cuerpos, a sentirlos, a impulsarlos, a conocerlos, a disfrutarlos. A ponerlos al lado de otro cuerpo y ver, con la conciencia plena del ritmo, qué nos sucede. Cómo nos atraemos o repelemos. Cómo sucede la física del afecto.

Esa experiencia me había parecido potente, por su fuerza colectiva a pesar de ser un sentimiento tan profundamente íntimo, y también porque la vi invitar a futuros escritores a meterse dentro suyo a escarbar de dónde es que salen las ideas. Y si tienen orden o no. Era una provocadora, y qué mejor que de la mano de la gran Clarice Lispector.

Y entonces empiezo a ver que esto del orden, o no, de los factores, está vinculado de una forma muy muy muy cercana a lo que es esta artista. Porque la constituye como su esencia misma. Y acá es donde aparece el pasado. Su pasado chino. Hablamos con ella a la distancia que no solo nos separa, a ella en Cali y a mí en el campo cerca de Bogotá, pero también con las implicaciones de estar inmersas en una pandemia que redefinirá nuestra forma de vivir. Y, casi como si el arte nos los predijera, hará de nuestras vidas una nueva ficción.

Una ficción que, ya veremos, hace parte de su historia. Y así, para mí, ese pasado suyo ya tiene una imagen, real o no qué más da, una en donde un hombre delgado, de rasgos orientales, pisó el puerto de Tumaco a finales del siglo XIX y, con la mirada perdida y el idioma incomprensible, los agentes de registro lo vieron aferrado a una extraña flor en la mano –que para él era el loto que no quería olvidar nunca de su tierra– y, por eso, solo eso y todo eso, lo apellidaron Flores, algo que terminó derivando irremediablemente en Flórez por aquello de las rigideces de la ortografía. Desde allí se puede inventar una historia de ti. Desde algo tan esencial como tu nombre.

Retrato del tatarabuelo chino apellidado “Flórez” en Tumaco. Este dibujo sin fecha perteneció a un álbum familiar del abuelo don Luis Flórez Mera. Todas las imágenes son cortesía de Ericka Flórez.

Retrato del tatarabuelo chino apellidado “Flórez” en Tumaco. Este dibujo sin fecha perteneció a un álbum familiar del abuelo don Luis Flórez Mera. Todas las imágenes son cortesía de Ericka Flórez.

DRD: Y entonces apareció China…

Ericka Flórez: De estos antepasados chinos prácticamente no sé nada. Ese tatarabuelo que llegó a Tumaco no sé cómo se llamaba porque parece que cuando llegaban al Puerto se les inventaban un nombre y un apellido. De él solo tenemos un dibujo, ni siquiera una foto, pero un retrato de él dibujado. Lamentablemente es lo único que sabemos, y que se casó con alguien de Tumaco. No sé por qué mi abuelo, que nació por los años de 1920, no sabía nada de él, creería que debió morir muy joven. Pero a pesar de no saber nada, como que ese relato ha sido muy importante en mi familia, quizá por el autoexotismo, como de esa rareza u orgullo de venir de una parte rara, así sepamos tan poco.

Pero me acuerdo de una escena que me contó mi papá, que fue a China como en 2010 a tratar de rastrear sus orígenes. Fueron con la guía a un parque y le pidió que le leyera lo que decía debajo de una estatua pero ella le dijo que no podía hacerlo porque esos eran caracteres antiguos. Esa era una capa adicional que se añadía a la imposibilidad de llegar al origen. Primero no sabíamos nada y él se pega ese viaje allá y resulta que las nuevas generaciones no hablan el chino que nuestro antepasado habló, entonces, no se le puede hacer tracking a ese pasado. Y esa idea me obsesionaba mucho, siempre lo hizo, desde que él me la contó. Me llamó mucho la atención la imposibilidad del origen, que es algo que me gusta mucho; era una historia que exacerbaba esta idea.


Izquierda: Carlos Flórez en su primer viaje a China, Shanghai 2011; derecha: Ericka Flórez en Shanghai, noviembre 2019.

(Acá es importante ver que dicho relato paterno derivó en un pequeño fanzine en papel de arroz en donde una Ericka con casi diez años menos intenta plasmar en dibujos y palabras esa idea extraña de lo que es ese lugar llamado China y que, quizá sin planearlo, seguramente sin planearlo, hoy ya es un motor de su propia curiosidad y creación).


“El origen de la historia”, libro de artista hecho de papel de arroz, por Ericka Flórez, 2011.

Así que la imposibilidad del origen te ha obsesionado…

Sí, y también esa idea de que todo en la vida de uno es una ficción, incluido el nombre y el apellido. A mí chiquita nunca me contaron esta historia, eso fue ahora grande. Para mí Flórez era una cosa que yo daba por sentada, algo que había existido por los siglos de los siglos. Nunca me pregunté de dónde venía eso, así que cuando me dijeron que se lo inventaron en un puerto para mí fue muy extraño. Además, porque por el lado del segundo apellido tengo una historia similar, pero esa sí es más inventada. Entonces todo es muy raro.

¿Y cuál es la versión de lo inventado de ese segundo apellido, Hidalgo?

Parece que el papá de mi abuelo era el hijo bastardo de una indígena con un inglés y entonces como que este inglés era de apellido White, pero no le quiso dar el apellido y entonces el Hidalgo viene de esta persona indígena, una versión curiosa porque ese apellido Hidalgo en un indígena es muy raro… pero bueno… y hay que sumarle a esto que, por la misma época, mis papás me contaron que no sabían que yo era mujer cuando mi mamá estaba en embarazo, o sea que yo siempre tuve otro nombre mientras estuve en la barriga de mi mamá. Así que me dije, ¡ni el nombre, ni el primer apellido, ni el segundo…! Es muy frágil todo esto. Todo se apoya sobre cosas muy frágiles, esa certeza que uno tiene sobre uno mismo o sobre su historia.

Y creo que es una lección muy bonita de qué significa la ficción, que no es una cosa paralela, sino que es constitutiva. Esas historias nuestras son como una lección de cómo la ficción no es algo ornamental o parásito de la vida, sino que es fundamental, es constitutiva del ser humano. La ficción no es opcional. De hecho, siempre se piensa ¿o documental o ficción? como si fuera una opción, pues no lo es, es constitutiva.

Afiche de promoción de Hegelian Dancers, como parte de la exposición Inter World View, en el Museo de Arte de la Academia China de Arte en Hangzhou, noviembre 11-20, 2020.

Afiche de promoción de Hegelian Dancers, como parte de la exposición Inter World View, en el Museo de Arte de la Academia China de Arte en Hangzhou, noviembre 11-20, 2019.

¿Cómo continúa tu indagación sobre ese pasado?

Con mi primera experiencia con la acupuntura, hace unos cinco años. Tuve un problema de salud y quería tratarlo por vías alternativas y me encontré con una acupunturista medio bruja que me impresionó. Y me sirvió muchísimo. Ella no me hablaba mucho pero lo poco que me contaba, que va a la par con esta investigación del Salón Nacional de Hegelian Dancers, eran estas visiones no occidentales sobre el cuerpo. Me hablaba de puntos y me mostraba cómo todo se trata de la dualidad y de la no dualidad y cómo todo tiene que ver con el frío o con el calor, con el lleno o con el vacío. Así que la acupuntura me hizo pensar, en general, cómo hay lugares que no son espacios físicos tangibles y cómo existe algo en el cuerpo que no es topológico, que no lo podés tocar pero existe y eso me parece una idea muy subversiva para nuestra mente occidental que es super positivista. Eso me llamó mucho la atención porque esa misma idea está en común con el yoga y los chakras y con algunas cosas que me contaba Andrea, la bailarina de Hegelian, de la danza afrocontemporánea. Ahí sigo tejiendo conexiones sobre esa idea de la existencia y ese cuerpo no topológico. Me gusta que un órgano no es solo un órgano sino una constelación de situaciones, de emociones, de texturas, de materialidades como la madera o el metal. Es demasiado bonito, no es solo una tecnología impresionante sino que es muy poético. Todo eso me impactó mucho hasta preguntarme ¿cómo es posible que una civilización produzca este tipo de conocimiento tan sofisticado y que sea tan ignorado entre nosotros?

Qué mundo se te abrió ahí, tan tremendo

¡Sí! Es loco porque desde que me contaron que tenía este abuelo chino, pues China era una abstracción, era algo que está muy lejos. China era nada, era un nombre. Así que ir allá fue muy impactante porque vi cómo está de presente el cuerpo. Yo, que siempre me había ufanado de decir que en Cali y estas ciudades donde hay tanta influencia afro son muy corporales, ir allá me impactó al ver esa otra forma en que está presente el cuerpo… uno iba caminando en cualquier parte y, de repente, un viejito se detenía y se ponía a hacer Taichi. Y seguía su camino. Es rarísimo. También descubrí estas Dancing Squares, esquinas de parques donde se reúnen a bailar todas las noches a una cierta hora. Sentía una gran conexión de esos viejitos con su cuerpo, no ese dejamiento que uno ve mucho en nuestra cultura. Es un culto al cuerpo muy distinto al de acá, no es de sacar el músculo ni es estético, es una conciencia muy fuerte del vínculo del cuerpo y la mente. Como más espiritual. Y eso, para una persona que fue criada en dos colegios muy católicos, descubrir ese acceso a lo espiritual a través del cuerpo me parece también muy subversivo, porque está en la base misma de nuestra cosmovisión. Porque en Occidente, desde la Biblia y Grecia, nos han enseñado a separar cuerpo y mente, y el espíritu, como no se ve entonces no existe. En cambio, es como si ellos no vieran una división entre esas tres entidades. Además, me explicaron algunas cosas sobre el lenguaje y me gustó la idea de su impermanencia, esta relación con el tiempo que se veía en su estructura. China era un nombre para mí y, de repente, estar allá y ver esa mezcla de tiempos tan violenta, me abrió un mundo que no conocía.


El curador Liu Tian, junto con Andrea Bonilla y Holman Álvarez, pasándose el contacto de teléfono a través de un código QR. Hangzhou, noviembre 2019.

Performance de Hegelian Dancers, en escena Andrea Bonilla y José Luis Cardona.

***

Y cuenta entonces que participó en una convocatoria de curaduría y en una exposición que se llamó Inter World View, en el Museo de Arte de la Academia China de Arte, que se llevó a cabo en Hangzhou, de noviembre 11 al 20 de 2019. Todo fue sorpresa en ese espacio tiempo en el que presentó sus Hegelian Dancers, en chino. También hablamos de lo que le significó estar allí, en la tierra que alguna vez pisaron sus ancestros. Sus primeras impresiones, y que no cambiaron tanto a lo largo de los días, fue la compenetración de los estudiantes chinos con cada uno de los proyectos presentados. Y usó la palabra compromiso, un compromiso con el conocimiento y el aprendizaje inusitados y que ella no había visto nunca antes. Un ejemplo de ello: “Durante el evento compartimos unas citas del Manifiesto Antropofágico de Oswald de Andrade… pues al día siguiente ellos lo habían traducido a casi todos los idiomas, obviamente con ayuda de Google. Se trasnocharon preparando los textos para que al otro día todo el mundo que había visto la charla supiera qué era. Estaban matados con él y me dijeron una frase que me pareció impresionante y que apunté, que el Manifiesto les había servido para entender los procesos arquitectónicos de Shanghai y la relación de China con el budismo… yo me quedé muy impresionada por los jóvenes que conocí”. Igualmente con su relación con la pieza de baile. “Se movían super bien, esa fue otra evidencia también del dominio de su cuerpo. Así no sea un ritmo de ellos podían seguir muy fácilmente las cosas y estaban participando con entusiasmo”.


Sesión de estudio del Manifiesto Antropofágico de Oswald de Andrade, organizado y traducido por “Sisu Forum”, (un grupo interdisciplinario de estudiantes de Shanghai International Studies University), el día siguiente a la presentación de la conferencia Hegelian Dancers en la que este texto es mencionado como un referente principal.

Habló y habló de estos jóvenes, de sus preguntas inacabables, de sus ganas de aprender, de su dominio de distintos idiomas y su lectura voraz a tan pocos años de edad. “Es una relación con el tiempo y la productividad muy fuerte y una obediencia al Estado que para uno es muy impresionante. Esos chicos me llamaron mucho la atención, esa relación con el trabajo, y con la seriedad, todo me pareció muy especial”. Y cierra con lo que para ella significó Hegelian Dancers en China.

EF: Muchos querían quedarse, seguir bailando. Yo no había visto que a la gente le repercutieran tanto las ideas de Hegelian como en esa experiencia. Como que días después de pasada la presentación volvían a citarla o voltéabamos a mirar y estaban en una esquina practicando los pasos, como si se hubieran sentido penetrados por eso y cuando nos fuimos a despedir se nos acercó un arquitecto y me dijo que la idea de lo binario y lo terciario -que es la idea central de Hegelians- lo había hecho pensar en la arquitectura china que a él le interesaba. No sé, me sorprendió mucho su atención. Yo no he sentido eso en otra parte. Y me impactó muchísimo. Es evidente que quieren conversar, yo siento que nosotros ya estamos un poquito cansados de ello. Y siento que no escuchamos tanto ni queremos conversar tanto. O hacemos que conversamos. Pero ellos como que quisieran, de verdad, discutir, debatir, y eso siento que me llevó a otro tiempo. No sé qué tanto interés tengamos en confiar, de verdad, en el diálogo de una manera profunda. Confiar de que sirve para algo, de que es estimulante, de que se puede cambiar a través de escuchar al otro. Vi un hambre de conocimiento impresionante y personas no tan diletantes, sino que se comprometen con su curiosidad.

Todo un viaje. Interior y corporal. Espiritual. La triada perfecta.


De derecha a izquierda: Andrea Bonilla, Holman Álvarez, Ericka Flórez y José Luis Cardona. Academia China de Arte, Xiangshan campus, 20 noviembre 2019.