Recuerdos de Hulan He: Un río que regresa a las sensaciones de infancia
Lina Huang[1]
Si bien la ficción dialoga con la vida, hemos intentado trazar límites entre ellas clasificándolas en compartimientos distintos, donde en la no ficción estaría lo que llamamos “realidad” o el intento de representación objetiva de esta, aunque atravesada por la subjetividad de quien escribe. Pero la diferencia entre géneros literarios y la idea de separación entre realidad y ficción se vuelven cada vez más difusos; el hecho de que una escritora principalmente autobiográfica como Annie Ernaux (1940- ) haya ganado el Nobel recuerda el valor de esa “realidad” contada a través de una subjetividad que abraza el mundo al narrarse a sí misma. En el caso de China, la escritura subjetiva empezó a tener predominancia con las nuevas corrientes literarias y escritores como Lu Xun (1881-1936), aunque, cuando Xiao Hong (1911-1942) terminó de escribir, en 1942, su novela traducida al español como Recuerdos de Hulan He (El río Hulan), la moda literaria se concentraba más en la colectividad que en la escritura del yo, lo cual influyó en que el valor que tenía su obra solo fuera rescatado posteriormente.

ilustrado por Hou Guoliang. Crédito: Gallo Nero Ediciones S. L, 2021
En su novela, son las pinceladas de sensaciones de su infancia las que construyen su universo personal del recuerdo. Como en una pintura, donde el vacío entre los elementos es más diciente que los elementos mismos, transitamos en su obra por pinceladas y vacíos, como verdaderos transeúntes y no tanto como expertos. Más bien, como si fuéramos visitantes que se asoman al pueblo de Hulan, y junto con la escritora, vemos los caracteres que anuncian los nombres de las tiendas del pueblo, sentimos el olor del tofu fresco en una calle, y escuchamos, desde la casa de la narradora, los gritos y sollozos de la pequeña nuera, una niña torturada por su familia política. Pero el que seamos transeúntes no quiere decir que no haya profundidad: cada detalle nos interpela desde la remembranza.
Formada con Lu Xun, Xiao Hong descubre las cosas simples a través de la mirada femenina, siendo, de nuevo, una niña que se asoma, mira y huele y escucha, a través de la ventana, la vida que sucede. Podríamos hablar de grandes temas en la novela: la pobreza de los habitantes, su soledad, la nostalgia de un tiempo otrora distinto (un paraíso de infancia junto al abuelo), pero creo que la verdadera significación que da vida a estos grandes temas mediante imágenes reside en el leitmotiv de la sensación vuelta resonancia, convertida en eco, como una campana cuyos sonidos continúan en la noche trayendo fantasmas de voces en la estructura de una subjetividad fragmentada, donde el vacío también nos interpela a los lectores. Las sensaciones arropan el universo de esa infancia, la reviven y nos envuelven en ella, como los sueños taoístas de las leyendas chinas, más reales que la misma realidad de sus personajes. ¿Quiere acaso escapar Xiao Hong en aquel sueño de infancia? Más que eso, quizá solo desea llevarnos de la mano con su mirada sorprendida, con la curiosidad de aquellos años, aquella misma que siente cuando desea conocer a la pequeña nuera: “Yo tenía tantas ganas de ir que comí de cualquier manera. Nunca había visto a una pequeña nuera; me la imaginaba extraordinariamente hermosa” (46). Las sensaciones, se concentran en los olores, el oído y, en especial, en la vista, permitiendo que la memoria se vuelva vívida para el lector.

ilustrado por Hou Guoliang. Crédito: Gallo Nero Ediciones S.L, 2021

ilustrado por Hou Guoliang. Crédito: Gallo Nero Ediciones S.L, 2021
Tras describir el pueblo del recuerdo y sus negocios, Xiao Hong nos presenta al vendedor de tofu, así como la emoción y las conversaciones de la gente alrededor del alimento: “El tofu aliñado con un poco de aceite picante y sazonado con una pizca de condimento de soja fermentada era una verdadera exquisitez. Cada trocito de tofu tomado delicadamente con los palillos arrastraba consigo una buena cantidad de gachas; comiendo dos trozos, se vaciaba el cuenco entero” (12). Como si fuera un ritual, la autora relata que las personas se agrupan alrededor de este alimento y hablan con ilusión sobre él, así no tengan dinero para comprarlo. La llegada del vendedor de tofu es una celebración.
Los sonidos, por otra parte, desde el de la bruja que aparece invocando y más adelante canta para intentar “sacar un demonio” de la pequeña nuera, hasta aquellos de las castañuelas de bambú, marcan las historias dolorosas de sus protagonistas. En el caso de la pequeña nuera, porque es golpeada y maltratada hasta que tratan de “exorcizar sus demonios a través del canto de la bruja”. La repetición de los cantos se extiende mientras la pequeña nuera está cada vez más acabada: “…La bruja repetía estas palabras casi todos los días. Por la mañana yo la imitaba mientras hacia el aseo”: «Pequeño espíritu flor. Los Hu la reclaman para conjurar el mal…»(56).
Mientras tanto, las castañuelas de bambú, el erhu [violín chino] y la vihuela suenan en los lugares de los fabricantes de fideos, el molinero y los porqueros, cuya pobreza es tan dura que no siempre pueden tener una cena. Allí la mirada adulta se intercala con los sonidos que escucha la niña presentándonos la crudeza de la realidad de quienes tocan los instrumentos: “Aquellas familias tocaban la vihuela y las castañuelas de bambú y entonaban canciones, pero nunca prosperaron y apenas salían del paso. Nunca vieron la luz de un porvenir radiante ni les asistió esperanza alguna” (44).

ilustrado por Hou Guoliang. Crédito: Gallo Nero Ediciones S.L, 2021
Por último, mediante la mirada curiosa de la niña, observamos los gestos de los personajes: la mirada de niño del abuelo, la sonrisa de la pequeña nuera, los atuendos de las mujeres elegantes que asisten a la ópera y los cambios de las estaciones y en las actividades de los habitantes, así como el colorido y la belleza de los paisajes que están vivos ante ella y le responden: “Cuando yo batía palmas, hasta el gran árbol reverberaba, y si daba un grito, la tapia que se levantaba al frente parecía responderme. Cuando las flores se abrían, parecían emerger de un sueño” (28).
Cada sonido, paisaje y gesto que conforman el rememorar de Xiao Hong parecen haber sido elegidos cuidadosamente para llevarnos por la soledad, la tristeza y la pobreza, pero también la alegría y la resistencia de los personajes que habitan el pueblo. Pero en el arrebato nostálgico del regreso a ese tiempo de antaño, la adulta-niña se pregunta por aquel lugar y su persistencia en el tiempo, si es un fantasma o si lo que recuerda del ayer coincidirá en algo con el presente, y dicho recuerdo pareciera ser un interrogatorio por la persistencia interior en la mujer adulta de su época de infancia:
“¿Seguirán perlándose de rocío las flores de los tiestos a primera hora de la mañana? ¿Seguirá el sol del mediodía alumbrando los hermosos girasoles? ¿Tomarán las nubes púrpura del crepúsculo la forma de un caballo durante un instante y, a continuación, la de un perro? ¿Seguirán transformándose de esa manera?” (102).
La trágica e intensa vida de Xiao Hong atravesó los momentos de mayor cambio social y literario en la historia de China, desde 1911 con la revolución de Xinhai que provocó la caída de la última dinastía, hasta 1942, durante la invasión japonesa que duró alrededor de ocho años. Su vida estuvo marcada por la pérdida, el desamor y, por último, la enfermedad que, tras un mal procedimiento médico, la llevó a la tumba el mismo año en que terminó de escribir la novela.

[1] Escritora y periodista. Cursa una maestría en estudios literarios de la Universidad Nacional y actualmente trabaja también en el sector educativo. Escribe sobre cultura y literatura china, literatura infantil, experiencias de lectura y otros temas culturales.