Un extraño verano porteño: Anticipando la pandemia desde Argentina

Un extraño verano porteño: Anticipando la pandemia desde Argentina


UN EXTRAÑO VERANO PORTEÑO:
ANTICIPANDO LA PANDEMIA DESDE ARGENTINA


Mi gran amigo Nicolás viajó a China a finales de diciembre del año pasado. Hay quienes creen que no fue el mejor momento para viajar, pero fue la decisión acertada. Le tocó vivir los distintos momentos de las medidas de control de la difusión del virus en los meses de enero, febrero y marzo, cuando finalmente pudo regresar a la Argentina. Nuestras charlas cruzaban casi cotidianamente desde mi caluroso verano porteño a su frío confinamiento en un pequeño departamento en un pueblo perdido en la provincia de Henan, donde había ido a celebrar el Año Nuevo Lunar con la familia de un amigo.

– “Tranquilo Tanito, en cuanto estés de vuelta por aquí volvemos al fútbol y los asados”, le repetía como un mantra esperanzador, mientras las preocupaciones respecto al virus comenzaban a hacerse más tangibles en China, y aún algunas semanas más tarde, luego de los picos de contagio en Europa y ya con miles de casos fatales que empezaban a informarse en Italia y España.

Sin embargo, en esos meses del verano austral, vivimos la expansión global del COVID como algo distante. A modo de ejemplo, la materia que dicto en los meses de febrero y marzo en Universidad de Buenos Aires se desarrolló con normalidad durante las 8 semanas del calendario estival. Al tratarse de una materia sobre problemas de política internacional con su foco en la región del Asia Pacífico, evidentemente hubo gran interés por parte de nuestros estudiantes por saber más sobre las medidas adoptadas en China, Japón y Corea para contener la epidemia. Pero fuera de los reductos universitarios, la desinformación comenzó a hacer estragos en el imaginario social sobre los países asiáticos. Un ejemplo fue la suspensión del tradicional festejo del Año Nuevo chino en la ciudad de La Plata por miedo a los contagios, hecho curioso ya que las grandes aglomeraciones en espectáculos deportivos o culturales continuaban con total regularidad.

Poco a poco, los medios locales fueron replicando informes que llegaban del norte donde se acusaba a China de ser responsable del COVID 19, tanto en forma involuntaria, al no haber establecido protocolos sanitarios en sus mercados y permitir la comercialización de especies salvajes, como de diseñar al virus en un laboratorio. Al mismo tiempo, algunos medios comenzaron a compadecerse de quienes en China y otros países del Este asiático eran forzados a renunciar a su libertad de circulación y debían someterse a los controles sanitarios impuestos por el Estado. Las teorías conspirativas y los delirios periféricos sobre las condiciones de vida en China y en Asia no serían dignas de atención si no fuera porque alimentaron formas de racismo y xenofobia contra las comunidades asiáticas, llegando incluso a registrarse agresiones verbales y físicas contra nacionales chinos residentes en nuestro país.

Recién a finales de febrero se detectaron los primeros casos del nuevo virus en nuestro continente e inmediatamente se pusieron de manifiesto las diferentes políticas sanitarias de los estados nacionales y sus efectos en la población. Mientras que los líderes Brasil o México, con pasmosa tranquilidad, recomendaban a la población mantener la calma y continuar su vida normal, confiando en que la gripecita no era nada de que preocuparse, en otras partes del continente el COVID comenzaba a cobrarse sus primeras vidas. La morbosa predilección de algunos medios por reportar sobre los casos más espeluznantes puso repentinamente en el mapa a Ecuador, donde supuestamente la gente moría en la calle y pasaba días sin ser recogida, reforzando un imaginario de saturación de los recursos del Estado y de disolución de las solidaridades sociales más básicas en tiempos de pandemia.

Ilustración: Incraft Studio.

Mientras tanto, en Argentina se daba la discusión sobre si era conveniente iniciar el ciclo lectivo. Tras algunos debates las escuelas se abrieron para millones de niñas y niños de todo el país el lunes 2 de marzo. Padres, madres y familiares acudimos esa primera semana a acompañar a nuestros hijos e hijas, sin barbijos, sin distanciamiento y con apenas algunas precauciones adicionales sobre lavarse las manos con mayor frecuencia o recordarles que estornuden en el pliegue de su antebrazo.  A fin de esa semana ya se anticipaba que esas medidas no iban a ser suficientes. Ese mismo fin de semana, mi hijo menor tenía el cumpleaños de uno de sus compañeros de grado, al cual acudió la mitad de la clase, ya que los temores de contagio empezaban a ser más palpables. Esa fue la última vez que pude disfrutar de ver a niños y niñas corriendo, jugando y riendo en un festejo, ajenos a las preocupaciones de los adultos sobre la inminente cuarentena.

A comienzos de marzo, Nicolás regresó a la Argentina y cumplió voluntariamente con el aislamiento preventivo durante dos semanas. Apenas unos días más tarde, tras la detección de los primeros contagios en el país, las autoridades decretaron el aislamiento social preventivo y obligatorio. Si bien esta medida nos dejó sin el asado y el fútbol de bienvenida, sirvió para que Argentina se convierta en uno de los casos más exitosos de contención del nuevo coronavirus en la región, si entendemos el “éxito” en esta batalla a partir del achatamiento de la curva de contagios y, fundamentalmente, la disminución del número de muertos a causa del virus.

Hoy el virus ha cambiado por completo nuestra vida cotidiana, echando por tierra toda actividad planificada para el 2020 y obligándonos a repensar nuestra función como académicos, docentes y miembros de una sociedad que queremos que sea más democrática e inclusiva. Por eso nos duele que mientras suben los contagios en los barrios más carenciados de la ciudad más rica del país, vemos en las noticias a pequeños grupos protestar por su derecho a vivir como si el virus no existiese. Afortunadamente, somos conscientes de la necesidad de reforzar nuestra solidaridad y nuestro compromiso para enfrentar este desafío.

Buenos Aires, junio 4 de 2020