Un viaje al futuro con nombre de memoria

Un viaje al futuro con nombre de memoria


UN VIAJE AL FUTURO CON NOMBRE DE MEMORIA

Dominique Rodríguez Dalvard y Alejandra Sarmiento [1]


I. Retrato para un ciego

Sentí Memoria a través del recuerdo de otro. Lo que sus ojos habían visto y sentido y me quería hacer ver y sentir. Rememorar. Acaricié las imágenes desde su voz, con los ojos cerrados, en un juego de la escucha, aislada como estaba en mi silencio, y sentí la luz brillante y, por momentos, enceguecedora de Bogotá, recordé la pesadez de su oxígeno, el frío, la lluvia incesante, esa palidez grisácea y sucia de sus calles. Sentí el miedo al caminar que te hace mirar atrás. Esa desolación. Intuí a esos seres anónimos que me describía, mimetizados entre el ladrillo y el cemento, muertos vivientes transitando por ahí, perdidos. Desencontrados. Oí el ruido, ese ruido, ese gong que tan bien me narró, como un repiqueteo incesante y sorprendente en la cabeza de esta mujer espectral que es Tilda Swinton.

Se detuvo mucho en ella. En lo que ella es. En cómo lograba apocar ese cuerpo inmenso, y cómo esa espiga que es esta escocesa de nuestros ensueños se sentía seca, desangelada, profundamente triste. Encorvada. Se fijó mucho en esas ropas tres tallas más grandes, en esos zapatos sin gracia, ese pelo oscurecido pero árido, sin vida, esa piel de porcelana enferma. Esa voz diminuta. Me impresionó lo que me decía y cómo lo decía. Se sentía terriblemente real. Se me encerró la imagen de su dolor y lo sentí, cercano.

También me habló largamente del silencio de la película, tan envolvente como perturbador. Y del mutismo dentro de la sala. De la concentración en pleno que se nos pedía, hasta contener el aliento. Retando el tiempo tan implacable y veloz, con este en pausa, eterno, regocijándose en la inmovilidad, diciendo tanto con la inmovilidad, empujándonos a la impaciencia del vacío, a ver si llegáramos a meternos dentro nuestro propio eco. 

Hasta que regresa el gong. Sorprendente gong.

Y todavía me retumba.

Tilda Swinton. Foto: Alejandra Sarmiento

II. Ver 

Lo primero que veo es a Monserrate. Que no lo es, pero su silueta acostada a contraluz, insomne. 

El ruido.

“Es un sonido… es difícil de explicar, es como una bola enorme de concreto que cae en un fondo de metal rodeada de agua de mar”, le dice Jessica a Hernán, en un estudio de grabación. Hacen varias pruebas y ella sigue intentando llegar a él con esta tremenda palabra en inglés “earthy”, que no sería terroso, pero algo más como de la Tierra, “es como un rugido desde el centro de la Tierra”, le sale de la entraña.  

Ruido condena. Ruido llamado. Ruido presencia. Ruido vida. 

“Acá el tiempo se detiene”, dicen. Puede que sí, pienso. Y la siento, en todo su ser, como la encarnación del trauma. Jessica-Tilda, pálida hasta la escualidez, fantasmal, ¿irreal? Pienso si su espíritu se perdió en algún limbo. Allí, tal vez, se ha tenido que topar con alguno de esos malos espíritus que, nos cuentan, sobrevuelan luego de haber escapado de la cabeza de un niño muerto, liberándolo. “Recuerdo cuando era niña… la blusa de mi madre, mi nariz quemándose, y entonces lloré”. 

Es extra – terrestre. Todo lo es. Como los grises y seres infinitos de los dibujos de Ever Astudillo. 

“Eso fue antes de nuestro tiempo”. Cuando éramos un eco antes de nacer, antes de ser.

“Es como si lo hubiera visto todo, oído todo, sentido todo”. Cuando era parte de todo.

Apichatpong Weerasethakul. Foto: Alejandra Sarmiento

III. Buscar y encontrar

Todo hace sentido. Basta descubrir qué detona el interés para irlo a buscar. Permitirse la experiencia. Y aquí los motores fueron más la luz y la atmósfera y el sentimiento de pérdida y lo insospechado, que quizá un mensaje político sedimentado detrás, si bien todo acto estético lo es. Lo potente del relato de Memoria es que no deja indiferente a nadie. Y queda un poco pegado a la piel, a esa sensación de haber sido descubierto o entendido en ese terreno del dolor. Y aunque podemos sentirlo acá, en Colombia, trasciende el país, el planeta, incluso. Este lugar insólito al que nos lleva permite empezar a llenar ese espacio de la razón con todo ese otro mundo que no lo es, la espiritualidad, la magia, la abstracción, las creencias, la mitología, lo fantasmagórico. Y entonces es bello oír a su director tailandés, Apichatpong Weerasethakul “Joe”, quien cuenta lo natural que son para él esas versiones de la realidad “crecí con historias de fantasmas, en Tailandia tenemos budismo y hay animistas, chamanistas, hinduistas y todo, además, se relaciona entre sí. Hay diferentes dioses y fantasmas, todo tiene espíritu y, aunque soy más proclive a la ciencia, al haber crecido dentro de ello es difícil salirse de allí, pues compartimos el espacio y el tiempo con ellos; los objetos no son solo objetos”. 

Realidad y ficción traslapadas. Una noción de no saber qué es real y qué no. Algo que no es, en todo caso, ajeno para quien se ha sentido descolocado por una pérdida. Por un trauma. 

También Tilda Swinton tiene una explicación para este estado del alma que tan sensiblemente encarna en Jessica, “el vacío es un lugar de enorme confort para mí en la actuación, es más natural. Memoria me dio la oportunidad de ir a ese espacio que me es tan grato y al que no tengo la posibilidad de ir muy seguido dado mi trabajo. Estar vacío y ser un contenedor, o mejor, un conductor. Pasa que, por un lado, estás vacío, pero por el otro, estás pleno, lleno, sin bordes, mucho más receptivo que creativo. Ese es para mí un lugar muy cómodo en el cual estar. Se siente muy verdadero y es mi manera de conectarme, algo que nos acerca mucho con Joe. De hecho, quiero llevarlo más lejos con él. Porque habla del estar presente. Solo estar presente y despojarse de la parafernalia de la identidad o la narrativa o la agenda, es un lugar tranquilo en el cual estar”. 

Y usa las palabras que la ayudan a entender su personaje y la manera como lo trabajó: dislocada, en estado de suspensión, de inarticulación y, aunque “desconectada de la sociedad, conectada al resto de todo”. Aventura una imagen para ello “piensen que tienen una jarra de agua, y adentro un pecesito. La estás cargando por la calle y él está suspendido, flotando. Esta es una imagen para el rodaje: debíamos conservar la rigidez de una producción y logísticas perfectamente medidas y coordinadas, pero Jessica tenía que estar calmada, y fluir. Hablamos mucho de mi movimiento, como si estuviera bajo el agua”. 

Apichatpong Weerasethakul también estudió y absorbió las imágenes de nuestro país, a la manera de un collage. Y lo visitó por meses. Algo de lo selvático y montañoso lo acerca a sus propios intereses fílmicos –basta ver El tío Boonmee que recuerda sus vidas pasadas o Enfermedad tropical–, por eso se encantó con Pijao, pero también lo conmovió la ruina, aquella en particular del hospital de Armero, apenas esqueleto devorado por la maleza y el tiempo. Se fijó, además, muy bien en Bogotá y lo que una ciudad inmensa es. Su ruido, sus miedos. Anotó, como va haciéndolo para escribir luego el guión, escenas que ve y oye al caminar “encuadrando en reducciones de sonido”: las alarmas disparándose una tras otra en un parqueadero, un hombre en traje que al escuchar un exhosto brutal lo siente explosión y se bota al piso, “la gente se reía”, dice casi avergonzado. “Tanta información congela, por eso el golpe del ruido, es una anticipación”. Un llamado.

Se refiere al gong del que hablamos arriba. Ese ruido que, como la perforación de un túnel, escucha en su cabeza desde hace tanto y que, acá, se pronunció por meses, aunque con la delicadeza de que anunciaba su llegada. Síndrome de la cabeza que explota, se llama lo que sufre, y puede detonarse por la depresión, o el trauma. “Pero no me asalta, es como un fuerte estornudo que no pasa por el oído”. Toda su filmografía expone su interés por la enfermedad. “Si algo busco al respecto, es hacerla consciente, no evadirla, abrazarla como parte ti”. Por eso, aunque Memoria es sobre el dolor, hay algo ahí que nos da la mano para seguir el ensueño y para decirnos que vivir es recordar honrando la permanencia desde el estar.

®Kick the Machine Films, Burning, Anna Sanders Films, Match Factory Productions, ZDF-Arte and Piano

[1] Periodista cultural y fotógrafa (www.alejandrasarmiento.com).